Crónica Río Babel 2025 – Día 1: Bienvenida al nuevo hogar

Un año más, con la llegada del mes de julio, llegaba también una ola de eclecticismo musical llamada Río Babel. La cita comenzó el pasado viernes 4 de julio cuando el calor abrasador no impidió que miles de almas peregrinaran al Auditorio Miguel Ríos de Rivas Vaciamadrid. Desde nuestra llegada a primera hora de la tarde, nos encontramos con un goteo de personas que llegaban al recinto con el corazón abierto, los pies dispuestos a bailar y curiosidad por descubrir el nuevo hogar del ya veterano festival. Así arrancaba Río Babel 2025: con un cartel mestizo, vibrante y sin complejos, dispuesto a tejer puentes entre géneros, generaciones y geografías. Y allí estábamos, empapándonos de música desde el primer compás.

Todavía con el sol alto, pudimos llegar al pistoletazo de salida que vino de la mano de Reyna Tropical. La banda convirtió la tarde en una ceremonia de ritmos afrocaribeños, electrónica orgánica y mensajes que calan. Su sonido fue como una caricia caliente, pero también como un aviso: aquí no solo se viene a bailar, también a pensar.

Pese a que aún era pronto y el recinto era un mar de abanicos a pleno rendimiento, Bacilos tomaron el relevo para llevarnos directo a la memoria emocional colectiva. Clásicos como «Mi primer millón» o «Tabaco y Chanel» desataron los primeros grandes coros de la jornada, pero fue «Caraluna» la que se impuso como el himno absoluto: cientos de voces al unísono, en un momento de comunión que trascendió lo musical. Pero hubo más: un momento especial junto a Timo, que se subió al escenario para aportar frescura, ritmo y una complicidad que traspasó. Su química funcionó y nos regaló una de las imágenes del día.

Casi sin tiempo para respirar, Lia Kali salió al escenario como un huracán ofreciendo uno de los directos más intensos del festival. La artista catalana demostró que se puede ser vulnerable y poderosa a la vez. Su voz, entre el soul y el R&B, y sus letras, crudas y poéticas, dejaron al público en silencio más de una vez. No es fácil lograrlo en un festival, pero ella lo hizo demostrando por qué es una de las jóvenes promesas en la escena urbana.

A la hora mágica en que el cielo comienza a teñirse de dorado, Mr. Kilombo encendió el motor de la fiesta inaugurando el escenario Ambar. Con una sonrisa iluminadora, Miki y su banda refrescaron el ambiente con su mestizaje, alegría, y ese don para hacer que el buen rollo sea contagioso. Si alguien aún estaba indeciso sobre si entregarse a la noche, en ese momento ya no hubo vuelta atrás.

Poco después, llegó la tormenta (de momento, solo en sentido figurado). Los californianos Cypress Hill entraron en escena con la fuerza de una leyenda que no se resigna a vivir de glorias pasadas. Lo suyo fue un vendaval de bajos profundos, beats afilados y actitud. “Insane in the Brain” fue un punto de ebullición, pero también supieron dosificar, colar temas menos previsibles, jugar con las transiciones y mantener al público en vilo. Su directo no fue un ejercicio de nostalgia, sino una clase magistral de vigencia demostrando por qué eran uno de los platos fuertes del festival.

Tras ese terremoto, Rawayana apareció como un soplo de groove necesario. Si una formación recoge el espíritu de un festival como el Río Babel, esta es Rawayana. Con un sonido tan pulido como relajado, la banda venezolana fue llevando al público a su terreno, donde entre fuego, láseres y confeti, el reggae se mezcla con funk, pop alternativo y una actitud luminosa. Su concierto fluyó con naturalidad, sin estridencias, pero dejando una huella profunda.

Con todo el dolor de nuestro corazón no pudimos terminar el concierto de Rawayana, pero había un buen motivo para ello. Ya bien entrada la noche, Caravan Palace desplegó su elegante locura sonora en el tercer escenario del festival. El electro-swing francés fue un torrente visual y rítmico que sacó las últimas energías de quienes aún podían bailar. Violines, beats electrónicos y estética retro-futurista convirtieron el escenario en una fiesta de otra época… o de todas a la vez. El carisma de la vocalista de la formación fue todo un torbellino que contagió a los allí presentes. No tenemos dudas de que muchas agujetas al día siguiente fueron patrocinadas por Caravan Palace.

 

Y cambiando de tercio, Kase.O apareció cuando la noche estaba en su punto justo. Y la transformó. Más allá del repertorio —clásicos, joyas de ayer y de siempre— lo que ofreció fue una experiencia espiritual. El zaragozano repasó su trayectoria entre reflexiones, versos como dardos, y una honestidad desarmante antes una marea de gente. Hubo confesiones, mensajes sobre salud mental y una conexión con el público que pocas veces se ve a ese nivel. Un show que fue mucho más que música y que además trajo la esperada aparición de Violadores del Verso.

Para terminar una larga jornada, nos decantamos por disfrutar con Los Amigos Invisibles. Los venezolanos hicieron lo que mejor saben: convertir cualquier sitio en una fiesta. Su funk caribeño, su humor y su groove inagotable cerraron el día con una sonrisa colectiva. No hubo cinismo, ni postureo, solo ganas de disfrutar con sus toques discos. Sin duda, fue un broche de oro para acabar nuestro paso por la primera jornada del Río Babel con una sonrisa y con ganas de descubrir lo que nos tendría preparado el día siguiente.

En conclusión, este primer día de Río Babel fue un viaje sonoro sin fronteras, donde cada artista aportó su universo y todos sumaron al conjunto. Desde lo más íntimo a lo más explosivo, la mezcla fue real, fluida y natural. Así entendemos nosotros la música: como un idioma común, sin pasaportes ni etiquetas. Con un nuevo recinto que en generar funcionó a la perfección, con espacio de sobra y sin grandes aglomeraciones, el Río Babel se reinventó una vez más dejando claro por qué es  ya una cita ineludible en el verano madrileño.

Nos vamos con los pies doloridos, el alma expandida… y las ganas intactas. Porque esto no ha hecho más que empezar. ¿Nos vemos en la próxima jornada? Mientras tanto, os dejamos con una galería con las mejores imágenes de la jornada:

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