Tras dos jornadas intensas, llegaba el sábado con la promesa de cerrar el Festival Gigante 2025 por todo lo alto. Y vaya si lo consiguió. Poco después del mediodía, la música ya resonaba en la Plaza Mayor de Guadalajara, convertida de nuevo en templo para los más madrugadores.
Casino Montreal volvieron al Gigante por tercer año consecutivo y sorprendieron con una interpretación exquisita de “La tormenta de arena”. El público, aún buscando la sombra, se entregó a un arranque melódico y cuidado. Además, hubo tiempo para presentar varios singles de su nuevo disco como «La Casa», con fraseo áspero y un poso épico que no pasó desapercibido. Un aperitivo matinal con mucho más que chispa que cerró por todo lo alto con «La Velocidad».
Ya por la tarde, el calor se hacía notar en el recinto principal, pero eso no fue obstáculo para que Sanguijuelas del Guadiana abrieran el escenario Gigante con un subidón de adrenalina. Con “100 amapolas”, hicieron que todos saltáramos pese a los casi 40 grados a la sombra demostrando una vez más que la banda, ha llegado para quedarse. Su punk acelerado y su desparpajo fueron el inicio perfecto para una tarde que prometía emociones fuertes.
Después llegó el turno de Nat Simons, que se encargó de enfriar un poco el ambiente con su magnetismo folk-rock. La cantautora madrileña desplegó un repertorio lleno de fuerza y sensibilidad, mostrando la solidez de su trayectoria y confirmando que en directo logra ese difícil equilibrio entre delicadeza y garra. Junto a su banda al completo y con esta estética ‘glam’ tan representativa, no solo nos conquistó, sino que nos dejó con ganas de más.
El relevo lo tomó Alice Wonder, quién dio un salto al vacío plantándose en Guadalajara con un disco que aún no ha visto la luz, pero que ya se siente como una promesa enorme. Su voz, que oscila entre lo vulnerable y lo arrollador, envolvió al público en un set cargado de expectación. Fue uno de esos conciertos que parecen preámbulo de algo mayor, de esos que se quedan grabados porque intuyes que estás viendo a una artista en plena metamorfosis.
Y si de emoción hablamos, Carlos Ares llegó al Gigante para inundarlo de folk con una sensibilidad arrolladora. Pudimos disfrutar de los temas de su nuevo disco y nos puso la piel de gallina con un pequeño homenaje: entonó un trocito de “Pájaros de barro”, de Manolo García. No hacía falta más: unos segundos bastaron para encender la complicidad de un público que respondió en coro, creando un momento íntimo y colectivo al mismo tiempo. Fue un epílogo cálido en medio de la tarde, como si el festival nos regalase una pausa para respirar.
La noche caía y el recinto se preparaba para el despliegue internacional de Crystal Fighters. Con su característico cóctel de folk electrónico y ritmos tribales, montaron una auténtica fiesta global. Cada canción era un viaje hipnótico de luces, bailes y percusiones que atrapó incluso a los menos fans. La conexión con el público fue total: saltos, brazos en alto y sonrisas que parecían no tener fin. Se podría decir que parte de nuestro dolor de pies al día siguiente fue patrocinado por la banda, pero sin duda, sus conciertos son algo que deberían recetar todos los médicos al menos una vez al año.
Y si pensábamos que ya no quedaba nada por ver, estábamos muy equivocados. A continuación, el escenario Vibra Mahou se convirtió en epicentro absoluto de la fiesta con La La Love You. La banda madrileña desató una auténtica locura colectiva. Tras su multitudinario reparto de pizzas entre el público en un gesto tan surrealista como divertido, se marcaron un más difícil todavía cuando, con una versión inolvidable de “Marta tiene un marcapasos”, su cantante se metió en una pelota gigante y se dejó rodar sobre el público, como si el concierto fuese una mezcla de festival, verbena y carnaval. Una auténtica celebración de lo que significa el Gigante: música, diversión y comunidad.
El cierre para nosotros lo pusieron Embusteros, otros de los imprescindibles del festival, que remataron el festival con un set sólido, enérgico y agradecido. Durante su concierto hubo tiempo para la emoción gracias a unas palabras del cantante, pero también para dar esos últimos bailes de despedida. Con ellos, la edición 2025 bajó el telón como debía: dejando la sensación de haber vivido algo grande, de esas experiencias que se recuerdan en plural, porque el Gigante es, sobre todo, una fiesta compartida.
Y hasta aquí, nuestro repaso a la pasada edición del Festival Gigante. Un festival que una vez más a demostrado que no hace falta postureo, publicidad ni grandes despliegues para estar entre los grandes. El año que viene volveremos a reencontrarnos con Guadalajara, mientras tanto, os dejamos con las mejores imágenes de la última jornada:
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