Se definen a sí mismos como “una banda de ambient, ruido y kraut, libre y sin ataduras”. Lo último no puede ser más cierto –tampoco lo primero es mentira–, porque su sonido tan personal es innegable. Este honesto proyecto tiene su base en Madrid y está formado por Tomas Garrido, Matías Tangerina y Olivares. En realidad, estos músicos habían formado parte de bandas como Fira Fem (Subterfuge), Raisa (Truco espárrago, La secta) y Ganz. Luego iniciaron este proyecto, y tras más de un año de ensayos, dieron con la tecla de su sonido. Éste es algo ecléctico, aunque podemos situarlo a medio camino entre el noise, el kraut y el rock. Más allá de etiquetas, confirmamos que la música de Tutupatu es única y tiene un objetivo: invitar a la exploración.
Hace algún tiempo andaban en la búsqueda de su esencia, lo que les llevó a montar un estudio de grabación. En ese local privado, situado en Madrid, la banda decidió encerrarse en una sesión de grabación de 72 horas. Allí cerraron puertas, atenuaron las luces y subieron a tope el volumen de los equipos: buscaban creatividad sin filtros. Y el resultado fueron 32 pistas grabadas en las que había una fascinante mezcla de baterías motorik, pulsantes líneas de bajo, guitarras chirriantes, saxofones atronadores, sintetizadores etéreos y una miríada de flautas e instrumentos folklóricos entrelazados. Todo ello conformaría la base de sus primeras canciones.
La banda madrileña acaba de sacar su primer trabajo, “IV” bajo el sello americano Broken Clover Records. Este trabajo, que puede adquirirse en edición digital o en vinilo, incluye cinco temas en los que fusionan sus antecedentes musicales, basados en música clásica, jazz, rock, electrónica, ruido experimental, drones y música étnica. Este trabajo busca dar forma a un paisaje auditivo que no solo desafía, sino que se aleja de lo convencional. Y este paisaje auditivo queda convertido en toda una odisea musical que trasciende géneros, resonando con la mezcla ecléctica de las influencias individuales de sus miembros. Resulta imposible no maravillarse escuchando sus cinco canciones y, sin darse cuenta, quedar inmerso en un viaje introspectivo hacia cinco territorios inexplorados diferentes entre ellos. No se engañen: la experiencia inmersiva hacia paisajes sonoros oníricos trascendiendo las convencionales fronteras musicales está asegurada.
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