Esta es la historia de Sara Casado, que es escritora, y Elena García, que es músico. Se admiran infinitamente la una a la otra, y tienen un talento innato para llenar de color los días grises. Ambas de veinticinco años de edad, son amigas y tienen una química brutal que va más allá de lo terrenal. Con el paso de los años, se dieron cuenta de que compartían vivencias e inquietudes en el terreno del arte. Desde ese momento, comenzaron a unir sus talentos por mera diversión, y lo que comenzó como una unión de mezclas y melodías acabó convirtiéndose en un proyecto musical y poético de lo más interesante. Algo que pudieron comprobar los asistentes a sus primeros recitales, que tuvieron lugar en distintos locales de Barcelona y Sevilla. Lógicamente, tanto (y tan buen) arte merecía quedar recogido en un medio tangible, y así fue cómo surgió Áurea.
La idea nació como una fusión de inquietudes artísticas y dolor emocional, fruto de las vivencias de ambas. Además, por entonces cada una se encontraba en un momento de expansión artística dentro de su disciplina, comenzando a mostrar públicamente sus talentos. Fruto de tanta pasión e intensidad nació Áurea, un proyecto que simboliza la belleza, la naturaleza y el arte. En él encontramos la filosofía creativa de dos mujeres valientes que no conciben la vida sin el arte: “nosotras construimos, dolemos y sentimos a través del arte; para nosotras sentarnos una noche en el sofá de forma improvisada a escribir o inventar una melodía es como quien se abriga con una manta al sentir el frío”.
A finales de junio del año pasado anunciaban en redes sociales estar tramando algo que ya no tenía marcha atrás. Se trata de un proyecto en el que, durante casi un año, han estado volcando todas sus ilusiones. En él Sara pone las letras, Elena pone la voz y Giovanni les ha guiado a lo largo de todo el proceso poniendo su talento al servicio de la grabación y los arreglos. El resultado es Áurea, un EP en el que las poéticas palabras de Sara persiguen a las melodías que crea Elena, y a su vez las armonías que Elena fabrica con sus propias manos se dejan mecer por la exquisita sensibilidad que desprende Sara.
En este EP encontramos cuatro temas que siguen un orden concreto, ya que existe una progresión entre todos ellos. Su objetivo es claro: narrar un proceso de duelo, la posterior introspección y su correspondiente evolución. El primero, “Solo flor”, habla de un duelo entendido desde la rabia al tener esa herida abierta tan reciente todavía. Con el paso de los días, cuando tras el dolor empieza a asomar esa sensación de resignación a aceptar la situación. Esa es la emoción que nos deja “Cielo ametrallado”, que muestra los frutos del paso del tiempo y la distancia.
El tercer corte, “Despacio”, es el único tema que no incluye un poema recitado, y despierta cierta felicidad. Tras su musicalidad positiva, encontramos un tema que nos muestra esa herida convertida en cicatrizada que ya no duele tanto. Además, esta pérdida del dolor como consecuencia del tiempo y del silencio invita a ilusionarse de nuevo. Una sensación que nos lleva al último tema, “Demasiado joven”, un poema reflexivo para cerrar el círculo. Éste último habla de introspección, de ese camino que cada uno siempre debe andar consigo mismo. En él encontramos esa reflexión acerca de las injusticias o el machismo que a veces encontramos en la sociedad.
Sin duda, nos encontramos ante un interesantísimo trabajo convertido en una fuente de sabiduría emocional. Para ellas, la intimidad es la base de su proyecto y el lugar desde el que ha nacido su arte. Estas cuatro canciones son pura conmoción convertida en el vehículo a través del cual nos hacen llegar su aprendizaje vital. A través de ellas reímos, lloramos, bailamos, nos estremecemos y, sobre todo, encontramos una bonita herramienta para ayudarnos a cicatrizar nuestra propia herida. Gracias a la música, a la poesía y a estas dos talentosas mujeres por crear un proyecto cargado de amor. Gracias, Áurea, por hacernos la vida un poco más bonita.
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